Manejo apícola tradicional

A diferencia de lo que ocurre con los demás animales de ganadería, las abejas melíferas han sido explotadas tradicionalmente con el criterio de que son animales que no necesitan mucha atención, y que su aprovechamiento desde el punto de vista productivo se consigue con poco esfuerzo y asistencia técnica a las colmenas1; 2; 3; 4; 5 

Esa pauta de trabajo que predomina en la manera de llevar la mayoría de las explotaciones apícolas, se ve reforzada porque las abejas melíferas obtienen sus alimentos de las flores, y pueden reproducirse y perpetuarse sin intervención alguna del hombre. Las revisiones de las colmenas que se realizan en la apicultura tradicional son notoriamente estacionales. Los apicultores revisan las colmenas tres a cuatro veces en cada estación del año, siempre en función de la respuesta de las colonias a las condiciones ambientales y al manejo realizado en la última revisión6; aumentando el número de revisiones en primavera y verano debido a la intensidad de manejo requerido por las colmenas en esos meses.

 Sin embargo, el fenómeno generalizado del colapso de las colmenas, y el problema de la presencia de la avispa asiática (Vespa velutina), ha obligado a los apicultores a aumentar la frecuencia de las visitas a los apiarios para tratar de controlar y prevenir esta problemática. Por otro lado, en aquellos países donde se establecieron las abejas africanizadas, los apicultores tuvieron que implementar otras técnicas y maneras de trabajar las abejas para poder llevar adelante sus explotaciones apícolas. Si bien, estas características de manejo que son complementarias a las tradicionales utilizadas en Europa y en Estados Unidos de América 7; 8; 9; 10; 11; 12; no se alejan de la esencia del manejo apícola tradicional que se utiliza con las abejas de razas europeas, en lo que respecta a la manera de valorar y analizar las colmenas a partir de las revisiones rutinarias.

El trabajo del apicultor tradicionalmente ha consistido en proporcionar a sus abejas, colmenas adecuadas y seguras para ayudar al crecimiento de la población de abejas y puedan ellas acumular suficientes reservas de miel, principal producto de las colmenas, para ser cosechada. Así, gran parte del trabajo con las colmenas es dedicado a colocar o retirar marcos con panales o con cera estampada en la cámara de cría y/o en las alzas, según las condiciones de las colmenas y la estación del año13. Hay apicultores que además obtienen los subproductos de las colmenas: polen, propóleo, veneno, núcleos de abejas, e incluso veneno; y muy pocos crían reinas para su propio uso o para la venta.

Durante los meses de floración, los apicultores, de ordinario, solo revisan la(s) alza(s), para precisar la disposición en que las abejas están distribuyendo y almacenando la miel. Por lo general sólo se dirigen a la cámara de cría, si las alzas tienen poco o nada de miel, o si observan pocas abejas sobre los panales, o entrando y saliendo por la piquera Ello lo hacen para ver si hay reina, postura, y cría. Por el contrario, el resto de los meses, en los que no hay entrada de néctar y polen o esta no es significativa, la revisión de las alzas es discrecional. Los apicultores revisan la cámara de cría para observar la postura y en lo posible ver la reina; valorar la cantidad de panales con cría abierta y/ u operculada. También para constatar el estado físico de los panales (para retirar los dañados); y limpiar las barras de los marcos, sobre todo las superiores.

Se destaca la importancia de que las colmenas tengan suficientes alzas cuando el flujo de néctar es abundante; señalándose que las primeras alzas pueden tener cuadros con panales vacíos o con cera estampada, que serán llevados por las abejas a panales que llenarán con néctar rápidamente 13; 14

Furgala15, indica cuatro principios fundamentales del manejo apícola: cada colonia debe tener una reina joven de calidad genética probada; debe tener una adecuada reserva de miel y polen; debe estar libre de enfermedades; y debe estar protegida de condiciones climáticas extremas, y habitando una colmena bien construida.

Y así, en función del manejo apícola realizado con las colmenas y de las observaciones de los apicultores durante las revisiones rutinarias, de cómo se encuentran las colmenas y/o según la estación del año, los apicultores implementarán las técnicas y/o métodos de manejo apícola necesarios para gestionar adecuadamente sus explotaciones.

Hay que señalar, sin embargo, que, en el manejo apícola tradicional realizado por los apicultores, se perciben carencias de estrategias en la manera de recabar la información que procede de las colmenas durante las revisiones rutinarias, y con la cual llegan a las conclusiones de las condiciones en que se encuentran, para aplicar las técnicas adecuadas según sus requerimientos. Al revisar las colmenas no suelen seguir un protocolo de actuación; tienden a hacerlo de manera desordenada y aleatoria. Adolecen de maneras apropiadas para recopilar lo que ven en las colmenas durante las revisiones, y también de un marco de referencia que les ayude a analizar y evaluar la información recabada.

¿Qué miran primero cuando comienzan a revisar una colmena y cómo lo interpretan? ¿Qué sucesión de acciones realizan para que la información recogida en la revisión de las colmenas, se estructure de manera lógica y ordenada, de forma que se pueda analizar con la certidumbre de que ha sido bien procesada en su obtención, y pueda conducir a actuaciones de manejo acertadas por parte de los apicultores?

Al igual que es necesario que todos los apicultores tengan un procedimiento de referencia cuando revisan las colmenas, han de tener criterios homogéneos que les permitan valorar de la misma manera todo lo que sucede en la colonia.

De ordinario, durante las revisiones rutinarias de las colmenas, los apicultores comprueban la presencia de la reina bien por observación directa de ella y/o de su postura. Inspeccionan los panales de la cámara de cría, especialmente los centrales, para ver cuántos están ocupados por postura, cría abierta y/u operculada. Para estimar la calidad de la postura de la reina, utilizan términos como “muy buena”, “buena”, “regular” o “mala”. Sin embargo, una misma postura de una reina puede recibir una valoración muy diferente según de qué apicultor se trate; así la postura puede ser muy buena para uno, regular para otro, o incluso excelente para un tercer apicultor.

Ahora bien, qué significa “muy buena postura”, qué es una “regular postura”, qué es “mala postura” o “excelente postura”. En qué criterios se basan los apicultores para emitir tales aseveraciones. ¿Al observar la postura la cuantifican? Si es así, ¿cómo lo hacen?, ¿bajo qué principios? ¿Se basan en la cantidad de huevos que hay en un panal? ¿Qué cantidad de panales con huevos se corresponden con una buena o regular postura, por ejemplo? ¿Cómo determinan todas esas mediciones? ¿Qué metodología utilizan?

Este mismo inconveniente, existe para describir fenotipicamente una reina. Los apicultores suelen caracterizarla utilizando términos tales como bonita o fea, buena o mala, joven o vieja, negra, muy negra o amarilla, grande, mediana o pequeña. Igualmente, estas definiciones de aspectos o cualidades, edades, colores y tamaños de las reinas, que se pueden encontrar como resultado de una revisión rutinaria de colmenas, muestran una gran variedad en su conceptualización, de acuerdo a los criterios propios de cada apicultor.

En consecuencia, los apicultores al no disponer de unos marcos de referencia definidos, sustentables y de uso común en la apicultura para tipificar la postura, la raza, la edad y el tamaño de las reinas, di­fícilmente pueden lograr valoraciones certeras, rigurosas y coherentes de sus características reproductivas y fenotípicas. Éste es el motivo por el que las evaluaciones que llevan a cabo diferentes apicultores, cuando consideran las mismas reinas, no suelen coincidir.

Otras valoraciones que realizan los apicultores cuando revisan sus colmenas tienen que ver con la población de abejas adultas, la cantidad de cría abierta y/ u operculada, y la presencia de reservas de miel y polen en la colmena. Aspectos que les llevan a determinar cómo se encuentra una colmena en general en un momento dado.

Conocer las condiciones generales de las colmenas es de suma importancia, ya que evidencia cómo van respondiendo las colonias a las condiciones ambientales imperantes en determinado momento del ciclo anual; especialmente de los cambios de floración, si hay escasez o, por el contrario, suficiente néctar y polen en el campo. También son un indicador del manejo que se les haya aplicado, como resultado de decisiones tomadas a raíz de revisiones anteriores, lo cual por otro lado, puede inducir al apicultor a implementar en las colmenas, particularidades técnicas a ejecutar en el apiario de manera inmediata, a corto o a mediano plazo.

Para evaluar las colmenas en cuanto a su aspecto general, los apicultores acostumbran a clasificar las colmenas utilizando diversos términos como óptimas, superiores, muy buenas, buenas, regulares, malas y muy malas. Esta clasificación la realizan de acuerdo a la cantidad de abejas que observan sobre los panales en el momento de la revisión, el número de panales con postura, con cría operculada y/o sin opercular y los panales con reservas de polen y miel en la cámara de cría y en las alzas. En cuanto a la cría abierta y/u operculada, ¿cómo valora el apicultor esa biomasa?, ¿en base a qué criterios la calcula?, ¿qué método emplea?, ¿cuantifica la cría abierta y la operculada, o la estima subjetivamente? Y ¿cómo determina el apicultor si existe un equilibrio entre cría abierta y operculada, y si está en proporción con la postura? ¿Con qué comparan las colmenas o qué valores de referencia tiene para afirmar que mejoraron o empeoraron o que se mantienen relativamente iguales a la última revisión realizada a las colmenas? Un apicultor, incluso, puede estimar que una colmena se encuentra en óptimas condiciones y para otros puede estar en buenas o regulares condiciones. De aquí se desprende que los apicultores emiten valoraciones dispares del aspecto general de una misma colmena debido a las evidentes diferencias en los criterios de valoración.

 ¿Cómo sabe el apicultor si la población de abejas de una colmena ha aumentado o disminuido?, ¿cómo cuantifica la cantidad de abejas para saber si han aumentado o disminuido?, ¿a partir de cuántos panales ocupados por abejas y en qué cantidad de ellas sobre los panales pueden los apicultores estimar aumentos o disminuciones en la población de abejas adultas en un momento dado?  De modo que entre los apicultores se evidencian notorias diferencias de apreciación y valoración de todos los parámetros que son fundamentales para evaluar desde el punto de vista zootécnico el comportamiento de las colonias.

Se ha de mencionar también que los apicultores no acostumbran identificar las colmenas con números, tal como se hace en cualquier explotación ganadera. La identificación tiene como finalidad conocer con certeza de que colmena se trata en cualquier momento en que los apicultores se encuentren en el apiario, o incluso fuera de él, cuando lean los registros saber de qué colmena se trata en cada circunstancia. No se puede hacer referencia a una colmena por “la que tiene la cámara de cría de tal o cual color, o la que tiene la piedra en el centro de la tapa es la que está huérfana o las que tienen dos piedras pequeñas son las que se van a cosechar”. Esa manera de identificar las colmenas, además de contravenir el manejo zootécnico profesional, dificulta el trabajo rutinario con las abejas. Igualmente, trae consigo confusiones al querer implementar registros apícolas y desdice de la rigurosidad y seriedad que deben tener las explotaciones apícolas

A partir de lo expuesto en los párrafos anteriores, se puede concluir que las valoraciones y análisis de las colmenas que llevan a cabo los apicultores, realizadas a partir de las revisiones rutinarias, obedecen a criterios personales y subjetivos tan diferentes y al mismo tiempo tan individuales y propios de cada apicultor; que es muy difícil encontrar puntos de coincidencia que sustenten esos criterios de valoración. En consecuencia, se hace evidente que los apicultores no tienen unos marcos de referencia que permitan comparar sus observaciones y estimar la veracidad y el grado de normalidad de los comportamientos biológicos de la colonia.

Todo el manejo tradicional descrito en cuanto a la manera en que realizan las revisiones rutinarias de las colmenas, y que es el que realizan la mayoría de los apicultores, presenta en resumen las siguientes características:

  1. Imprecisión y vaguedad en la definición de los términos, situaciones, características y desarrollo de las colonias de abejas melíferas con fines de producción.
  2. Las revisiones rutinarias de las colmenas y el análisis y evaluación de la información recabada se caracterizan por: no sustentarse en criterios zootécnicos y principios biológicos rigurosos que permitan contrastarlos con el funcionamiento normal de las colonias, adolecer de organización, jerarquización y razonamiento científico, carecer de uniformidad de criterios en la manera de recabar y valorar la información.
  3. Hay ausencia de un lenguaje apícola generalizado, escrito y oral, claro y sencillo, que facilite la comunicación técnica entre los apicultores, y se utilice en los registros apícolas. El lenguaje apícola debe ser entendible por cualquiera que trabaje la apicultura y facilitar una visión más precisa y real de las condiciones generales y particulares de las colonias.
  4. Los registros de producción que llevan los apicultores difieren en la información que contienen y la nomenclatura utilizada; ya que cada apicultor la expresa a su manera, sin seguir normas de redacción codificada y permanente. De modo que la información que queda plasmada en esos registros, solo puede ser leída e interpretada por el apicultor en cuestión.

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